Erradicar las violencias

Porque la violencia de género no es mayor en la población inmigrante. Ni entre las clases menos pudientes. Ni entre los culturalmente menos ilustrados. Parece ser una lacra, desde siempre, y quizá la única vía para luchar contra ella sea avisar al primer indicio y tomar medidas. Quien calla esperando que las cosas cambien, está equivocado. Equivocada. Porque el agresor siempre repite… lo dice la experiencia. Lo dicen las estadísticas.

Quizá lo importante es educar a nuestros hijos en los valores. En la moral. En que distingan desde pequeños, lo que está bien de lo que no. Algunas culturas importadas de los países árabes consideran a la mujer como un ser sin apenas derechos y muchas obligaciones. Es frecuente contemplar en municipios españoles como en las colonias de musulmanes, cómo las mujeres no paran de trabajar mientras los hombres, en paro, claro, y cobrando el subsidio, se pasean en grupo por la plaza del pueblo. En países como China se ha sabido que el Gobierno eliminaba, mataba a las hijas de los campesinos y algunos las escondían para que no fueran asesinadas por la autoridad que sólo quería varones para trabajar duro en el campo.

Estamos, con esto de la globalización, llenos de influencias y actitudes poco ejemplares, como la condena de determinados latigazos y cárcel a la iraní que se exhibe en una película que no agrada el ayatola de turno. Tenemos a toda una legión de gendarmes musulmanes, enviados por Marruecos, para llamar la atención, y hasta tomar otras medidas a las mujeres musulmanas que no vistan o actúen en nuestras tierras, según las enseñanzas del Corán. Y con represalias que castiga nuestro código penal.

La violencia de género es un problema universal, exige acciones urgentes para apoyar y proteger a las víctimas, es necesario diseñar e implementar estrategias preventivas en las instancias políticas, legislativas, judiciales y educacionales, cuyos efectos positivos se podrán visualizar a mediano y largo plazo.

Hay mucha violencia que erradicar.