La terapia psicodélica muestra promesas en ensayos clínicos para ayudar a pacientes terminales a enfrentar el miedo y la ansiedad, ofreciendo una nueva perspectiva sobre la muerte y mejorando su bienestar emocional.
En ensayos clínicos alrededor del mundo, un tratamiento sorprendente está mostrando promesas para personas con enfermedades terminales: la terapia psicodélica. Para muchos, el aspecto más difícil de morir no es el dolor físico, sino el miedo, la ansiedad y la sensación de falta de significado que a menudo lo acompañan. Aunque la atención paliativa en el Reino Unido es reconocida por aliviar el dolor y manejar síntomas, el sufrimiento emocional y espiritual de los pacientes suele recibir menos atención.
Los tratamientos estándar, como los antidepresivos, la terapia y la meditación, pueden aliviar algunos síntomas, pero a menudo fallan en ayudar a los pacientes a aceptar su diagnóstico o encontrar sentido en su tiempo restante. Aquí es donde la terapia psicodélica puede ofrecer apoyo.
Este enfoque terapéutico implica el uso de psicodélicos como el psilocibina, combinado con apoyo psicológico. Está diseñado para ayudar a los pacientes a explorar emociones difíciles, cambiar su perspectiva y lograr profundas transformaciones psicológicas.
En dos estudios pioneros, se demostró que una alta dosis de psilocibina junto con psicoterapia reducía la depresión y la ansiedad en pacientes con cáncer amenazante para la vida. Los efectos fueron rápidos y, en muchos casos, se mantuvieron durante hasta seis meses, con numerosos participantes reportando un estado de ánimo mejorado, claridad emocional y una disminución del miedo a la muerte.
Algunos también describieron experiencias de profunda liberación emocional, asombro y un sentido de conexión durante la terapia psicodélica; estados alterados que parecían ayudarles a replantear su relación con la muerte.
El reconocimiento del potencial de los psicodélicos para tratar condiciones severas de salud mental ha llevado a cambios regulatorios significativos en varios países. Por ejemplo, Australia, Alemania y Canadá están comenzando a permitir el acceso a psicodélicos para personas con condiciones graves o resistentes al tratamiento.
A medida que se debate actualmente el proyecto de ley sobre el final de la vida en el parlamento británico, las preguntas sobre cómo apoyar mejor a las personas en sus últimos momentos son especialmente pertinentes. Aunque esta legislación se centra en legalizar la muerte asistida, también ha suscitado un debate más amplio sobre la calidad y alcance del cuidado al final de la vida.
No siempre se garantiza el acceso a un buen soporte paliativo; una preocupación compartida tanto por los defensores como por los oponentes del proyecto. En este contexto, los límites de los enfoques convencionales hacia el sufrimiento psicológico se vuelven cada vez más evidentes.
La propuesta legislativa abre espacio para considerar el papel potencial de la terapia psicodélica y reflexionar sobre lo que significa morir bien y si los sistemas actuales apoyan adecuadamente ese objetivo.
Recientemente, una encuesta realizada por YouGov reveló que la mayoría de los adultos británicos apoyan relajar las restricciones sobre la investigación con psilocibina, especialmente para personas con enfermedades terminales. Esto sugiere que las actitudes públicas podrían estar adelantadas a las políticas actuales.
Dicha legislación brinda una oportunidad para cuestionar por qué el Reino Unido continúa implementando controles legales tan estrictos que obstaculizan la investigación y el acceso a tratamientos necesarios. Invita a una conversación más amplia sobre cómo apoya este país a quienes enfrentan desafíos emocionales y existenciales al final de sus vidas.
A medida que crece el interés por la terapia psicodélica como complemento a enfoques convencionales como la terapia psicológica, surge una posibilidad única: enfrentar la muerte con menos miedo y más significado. Aunque esta forma de terapia no será adecuada para todos, para algunos podría significar encontrar paz ante lo inevitable.
Muireann Quigley, Profesora en Derecho, Medicina y Tecnología,
Universidad de Birmingham; Joanna Neill, Profesora de Psicofarmacología,
Universidad de Manchester; y Laura Downey, Investigadora Asociada en Derecho,
Universidad de Birmingham.