Mas allá de esta situación transitoria, la formación remota facilita acceder al conocimiento a miles de personas que de otro modo no podrían recibir. Si partimos de contenidos de calidad equiparables a los de las sesiones presenciales y los aumentamos con tecnología, la experiencia debería ser incluso mejor… pero no es igual.
Las sesiones con video online facilitan la atención, todos estamos en primera fila y no hay interrupciones. Cuestionarios dinámicos en tiempo real, pizarras compartidas, animaciones, aplicaciones interactivas, la posibilidad de grabar lecciones para revisarlas en cualquier momento deberían mejorar la experiencia del alumno y del profesor. Pero no es así.
Falta algo crucial que solo nos proporciona el contacto humano: la capacidad de adaptación. Un buen maestro asegura que la lección se ha comprendido y para ello adaptará el material, los ejemplos y el ritmo basándose en el comportamiento de sus alumnos, llegando a crear nuevas maneras de enseñar. Esta adaptabilidad del ser humano es algo que la tecnología no puede ofrecernos. ¿O quizá sí?
La formación a distancia habitual se limita a trasladar los contenidos del aula a los alumnos. El uso de sistemas de inteligencia artificial proporciona capacidades avanzadas tanto a alumnos como a profesores.
Las redes neuronales que procesan el lenguaje natural proveen traducción simultánea en formación online y crean chatbots conversacionales que resuelven dudas frecuentes y realizar cuestionarios y exámenes. Se han realizado experimentos con sistemas que entienden las respuestas en exámenes y proponen correcciones casi como un profesor humano.
La tecnología de visión artificial permite identificar a los participantes en exámenes online para evitar fraude, y analizan comportamientos para asegurar que los alumnos no copian o reciben ayuda. Los formadores dispondrán de sistemas capaces de analizar expresiones y comportamientos en sus alumnos para conocer en tiempo real el índice de atención y poder ajustar contenidos en el momento, tanto en lecciones online como presenciales.
Agentes inteligentes ayudarán a los profesores en la preparación de clases mediante una conversación, así como en la elaboración automática de exámenes partiendo de documentos y contenidos multimedia, en procesos auditables mediante blockchain. Podrán componer temarios adaptativos en función de los resultados individuales y colectivos y mejorarán la calidad de los contenidos analizando el feedback continuo de miles de maestros y alumnos en todo el mundo.
En definitiva, la formación aumentada mediante inteligencia artificial facilitará la relación entre profesores y alumnos en sesiones online y en las aulas. Ayudará a cumplir los objetivos, la asistencia y la atención. Proporcionará información sobre el comportamiento humano que hoy en día desonocemos, y nos ayudará a crear nuevas formas de enseñar y de aprender adaptadas a una sociedad en continua evolución.