Amaia Arruabarrena, investigadora en la Universidad del País Vasco, destaca que la investigación es un camino difícil pero gratificante. Reconocida por su trabajo en cáncer de mama, ha realizado contribuciones significativas en el estudio de mutaciones y metabolismo celular. A pesar de los retos en la gestión de un laboratorio y la escasez de interés entre jóvenes investigadores, anima a las nuevas generaciones a seguir su pasión por la ciencia.
Amaia Arruabarrena-Aristorena, investigadora de Ikerbasque y Ramón y Cajal en la Universidad del País Vasco, ha sido galardonada con uno de los reconocimientos anuales que otorgan el Gobierno Vasco e Ikerbasque a tres mujeres destacadas en la investigación en el País Vasco. Este reconocimiento se le ha concedido en la categoría de *Starting*, en virtud de su notable contribución como joven investigadora.
Arruabarrena, nacida en Donostia en 1987, se doctoró en Biología Molecular y Biomedicina en la Universidad del País Vasco en 2016. Posteriormente, se trasladó a Nueva York para trabajar en el prestigioso Memorial Sloan Kettering Cancer Center, un referente mundial en la investigación oncológica. En 2020 regresó al País Vasco para unirse al laboratorio de Señalización Celular del Cáncer y Metabolismo del CIC bioGUNE, gracias a una beca Juan de la Cierva Incorporación. En 2021 fue reconocida como Ikerbasque Research Fellow y, al año siguiente, recibió el título de Junior leader La Caixa Retaining y Ramon y Cajal. En 2023, se estableció como investigadora principal en la EHU, donde investiga la conexión entre el metabolismo y la regulación epigenética en el cáncer de mama. Ese mismo año fue galardonada con el Premio L’Oreal-Unesco.
La decisión de Arruabarrena de enfocarse en la investigación del cáncer de mama surge desde su perspectiva como mujer. Aunque inicialmente trabajó en un laboratorio centrado en el cáncer de próstata, optó por cambiar su enfoque durante su búsqueda de un nuevo laboratorio para realizar su posdoctorado. “Decidí estudiar el cáncer de mama, que también es hormono-dependiente y más alineado con mis intereses”, explica.
Entre sus principales hallazgos destaca una vía metabólica alterada durante el desarrollo del cáncer de próstata, así como mutaciones que afectan a un factor de transcripción específico, lo que lleva a una resistencia al tratamiento inicial comúnmente administrado: los inhibidores de aromatasa. Actualmente, su equipo investiga cómo se interrelacionan el metabolismo nuclear y la regulación epigenética.
La experiencia adquirida durante su estancia en el Memorial Sloan Kettering Cancer Center ha sido fundamental para su carrera. “Me ayudó a madurar como investigadora y a pensar globalmente sobre mis proyectos”, señala Arruabarrena. Sin embargo, montar su propio laboratorio ha presentado retos significativos, desde gestionar presupuestos hasta reclutar personal. “Cada vez hay menos jóvenes interesados en dedicarse a la investigación debido a las dificultades económicas y la falta de valoración profesional”, lamenta.
A pesar de los obstáculos que enfrenta, Arruabarrena anima a las jóvenes interesadas en la ciencia: “Si tienen curiosidad y motivación, deben intentarlo. Aunque no es fácil debido a las frustraciones constantes, las pocas gratificaciones hacen que valga la pena”. Además, resalta las oportunidades que brinda esta carrera para viajar y disfrutar de horarios flexibles.