Los trastornos alimentarios, como la anorexia y la bulimia, generan efectos complejos y duraderos en la salud física y mental, aumentando el riesgo de enfermedades graves incluso tras la recuperación.
Los trastornos alimentarios, como la anorexia, la bulimia y el atracón, tienen consecuencias complejas y duraderas para la salud física y mental, según un estudio reciente realizado por las universidades de Keele y Manchester. Este trabajo revela que los riesgos asociados a estas afecciones no solo son inmediatos, sino que pueden extenderse a lo largo de muchos años, incluso después de que el paciente haya sido tratado.
Investigaciones anteriores ya habían indicado que las personas diagnosticadas con trastornos alimentarios enfrentan un riesgo elevado de desarrollar condiciones graves como diabetes, insuficiencia renal y hepática, fracturas e incluso muerte prematura en el primer año tras el diagnóstico. Sin embargo, los nuevos hallazgos publicados en la revista BMJ Medicine subrayan que estos riesgos pueden persistir durante años.
El equipo de investigación, liderado por la doctora Cathy Morgan de la Universidad de Manchester y con la colaboración de la profesora Carolyn Chew-Graham OBE de Keele, recibió financiación del National Institute for Health and Care Research (NIHR) Greater Manchester Patient Safety Research Collaboration (GM PSRC). Utilizando el Clinical Practice Research Datalink, analizaron registros médicos electrónicos anónimos desde 1998 hasta 2018, vinculando datos de estadísticas hospitalarias y registros de defunciones en Inglaterra.
Su análisis abarcó más de 24,000 pacientes diagnosticados con trastornos alimentarios, cada uno emparejado por edad, sexo y práctica médica con hasta 20 individuos no diagnosticados (un total de 493,001). A través de este enfoque, rastrearon la salud mental y física de los pacientes durante una década para comprender mejor su estado tras el diagnóstico inicial.
Los resultados mostraron que los pacientes con trastornos alimentarios tienen un riesgo significativamente mayor de sufrir problemas físicos y mentales graves. Aunque los mayores riesgos se observan dentro del primer año tras el diagnóstico, estos persisten durante años. Por ejemplo, quienes padecen estos trastornos son seis veces más propensos a desarrollar insuficiencia renal y casi siete veces más propensos a sufrir enfermedades hepáticas en ese mismo periodo.
Aparte del impacto físico, también se registraron tasas elevadas de problemas mentales. Durante los primeros 12 meses tras el diagnóstico, las tasas de depresión y autolesiones fueron notablemente superiores. Estos riesgos continuaron siendo altos incluso cinco años después del diagnóstico.
La doctora Morgan enfatizó: “Este estudio pone de manifiesto los efectos duraderos significativos de los trastornos alimentarios. Es fundamental aumentar la conciencia entre los proveedores de atención médica sobre las consecuencias persistentes y la necesidad de apoyo continuo en la gestión de síntomas actuales y procesos de recuperación”.
Por su parte, la profesora Chew-Graham añadió: “Es crucial integrar cuidados primarios y especializados —incluyendo servicios tanto mentales como físicos— especialmente en el momento del diagnóstico”. Este enfoque es vital para asegurar un seguimiento adecuado incluso cuando se considera que una persona ha superado su trastorno alimentario.