Un estudio de la Universidad de Cambridge revela que problemas en el sistema de limpieza del cerebro pueden aumentar el riesgo de demencia, destacando la importancia de factores cardiovasculares y el sueño.
Un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Cambridge ha revelado que problemas en el sistema de eliminación de desechos del cerebro podrían estar detrás de muchos casos de demencia. Este hallazgo también ayuda a entender por qué patrones de sueño deficientes y factores de riesgo cardiovascular, como la hipertensión, aumentan la probabilidad de desarrollar esta enfermedad.
La investigación, publicada en la revista Alzheimer’s & Dementia: The Journal of the Alzheimer’s Association, se presentó en el Congreso Mundial sobre Accidentes Cerebrovasculares 2025 en Barcelona. En este estudio, se analizó el movimiento del líquido cefalorraquídeo (LCR), el cual actúa como un amortiguador y limpiador del cerebro, en una muestra de 40,000 adultos reclutados para el Biobanco del Reino Unido.
En un cerebro sano, el sistema conocido como glicfático es fundamental para eliminar toxinas y materiales residuales, manteniendo así la salud cerebral. Este sistema fue descubierto recientemente, en 2012, y funciona al hacer circular el LCR a través del cerebro mediante pequeños canales alrededor de los vasos sanguíneos llamados espacios perivasculares. A medida que recoge desechos, este fluido drena fuera del cerebro, contribuyendo a su limpieza.
Se considera que el sistema glicfático juega un papel crucial en la protección contra diversas formas comunes de demencia, las cuales suelen caracterizarse por la acumulación de sustancias tóxicas en el cerebro. Por ejemplo, en la enfermedad de Alzheimer se observan depósitos de placas de amiloide y ovillos neurofibrilares de tau.
Una forma común de demencia es la demencia vascular, que resulta de un flujo sanguíneo reducido hacia el cerebro. La causa más frecuente es la enfermedad cerebral por pequeños vasos, que afecta a los diminutos vasos sanguíneos cerebrales. Sin embargo, esta enfermedad tiene un impacto aún mayor ya que interactúa con otros tipos de demencia y agrava sus síntomas; un estudio realizado con monjas en EE.UU. mostró que entre aquellas cuyos cerebros mostraban signos post mortem de Alzheimer, solo alrededor del 50% presentaba síntomas evidentes de demencia. Esta cifra aumentaba al 90% si también tenían enfermedad cerebral por pequeños vasos.
El profesor Hugh Markus y su equipo quisieron investigar si esta enfermedad y otros factores cardiovasculares dañan el sistema glicfático y si esto incrementa el riesgo de demencia. Hasta hace poco tiempo, solo era posible estudiar la función glicfática en ratones; sin embargo, avances recientes en escaneos por resonancia magnética (IRM) han permitido evaluarla indirectamente en humanos.
A pesar de las limitaciones iniciales para realizar estudios a gran escala, Yutong Chen desarrolló algoritmos de aprendizaje automático capaces de evaluar funciones glicfáticas a partir de escaneos IRM. Aplicando esta tecnología a los datos obtenidos del Biobanco del Reino Unido, identificaron tres biomarcadores asociados con una función glicfática deteriorada que predecían el riesgo de demencia durante la siguiente década.
Entre estos biomarcadores se encuentra DTI-ALPS, que mide la difusión de moléculas de agua a lo largo de los espacios perivasculares; además del tamaño del plexo coroideo —donde se produce el LCR— y la velocidad del flujo del LCR hacia el cerebro.
Chen destacó: “Aunque debemos ser cautelosos con los marcadores indirectos, nuestro trabajo proporciona evidencia sólida en una cohorte muy amplia sobre cómo la interrupción del sistema glicfático influye en la demencia. Esto es emocionante porque nos permite preguntarnos: ¿cómo podemos mejorar esto?”
Análisis adicionales revelaron que varios factores cardiovasculares afectan negativamente a la función glicfática y aumentan así el riesgo de demencia; esto ocurre parcialmente debido a su relación con la enfermedad cerebral por pequeños vasos visible en las IRM. Hui Hong, primer autor del estudio y actual radiólogo en China, afirmó: “Ya teníamos evidencia sobre cómo las enfermedades por pequeños vasos aceleran problemas como Alzheimer; ahora contamos con una explicación plausible.”
La investigación sugiere enfoques potenciales para reducir el riesgo de demencia. Uno consiste en explorar estrategias para mejorar la función glicfática; dado que el sueño desempeña un papel crucial en este proceso, patrones alterados podrían perjudicar su capacidad para eliminar toxinas. También se podrían considerar medicamentos existentes o nuevos fármacos destinados a optimizar esta función.
Otra estrategia sería abordar factores vasculares como la hipertensión. Estudios recientes han respaldado esta idea; por ejemplo, el ensayo SPRINT MIND mostró que un control intensivo de presión arterial (manteniendo cifras sistólicas por debajo de 120 mm Hg) resultó en una reducción del 20% en el deterioro cognitivo o demencia comparado con aquellos bajo tratamiento estándar.
El profesor Markus enfatizó: “Ya sabemos lo cruciales que son los factores cardiovasculares respecto a la demencia; nuestros hallazgos subrayan aún más esta conexión.” Agregó que al menos una cuarta parte del riesgo total está relacionado con factores comunes como presión arterial alta y tabaquismo. Si estos afectan negativamente a la función glicfática, hay oportunidades para intervenir mediante tratamientos adecuados.
Professor Bryan Williams, director científico y médico principal en British Heart Foundation, concluyó: “Este estudio nos ofrece una visión fascinante sobre cómo problemas con el sistema eliminador de desechos del cerebro pueden incrementar silenciosamente las probabilidades de desarrollar demencia más adelante.” Además resaltó cómo mejorar nuestra comprensión sobre este sistema abre nuevas vías emocionantes para investigar tratamientos preventivos.