La formación en nuestros días
miércoles 23 de abril de 2014, 10:50h
Hablar hoy de formación, en plena crisis económica, resulta atrevido e incluso para algunos puede hasta parecer insultante. Cuando no se tiene ingresos ni para cubrir sus costes fijos, cuando la empresa no puede financiar los proyectos ya iniciados, ni mucho menos emprender nuevos proyectos, hablar de formación queda relegado a un segundo o tercer plano.
Sin embargo, es ahora cuando debe recordarse que las frases tópicas como “reinventarse o morir”, “el futuro esta en la innovación”, o “la formación es tu mejor legado”, tienen su razón de ser y además guardan una relación bien estrecha.
La formación, vista en términos generales, pues más adelante hablaremos de formación superior, forma el sustrato, la base sobre la que se arraiga una idea de la que puede surgir un proyecto, del que nacerá un negocio. Desgraciadamente en la década anterior todos hemos vivido la explosión del negocio fácil, donde no se premia la idea genial sino aquella con la se es capaz de ganar más dinero en menos tiempo y con menos esfuerzo. Si bien es cierto que la eficiencia tiene algo que ver con esta idea, no lo es menos que nos lleva a una interpretación errónea de la eficiencia, pues tiene un factor que elimina de la ecuación, cual es la duración en el tiempo; es decir la búsqueda de ese éxito rápido tiene una limitación que a la postre es la que todos hemos podido observar, es muy corto cortoplacista.
En este estado de circunstancias, donde la estructura del negocio está cambiando, las necesidades del cliente también, y la probabilidad del éxito se han ido reduciendo considerablemente, ya no es suficiente tener una brillante idea, sino que la implantación y su desarrollo debe ser bien estudiando, y algo que para mí aun es más importante, debe ganarse la confianza plena del cliente en el negocio, en su valía y especialmente en el prestador del servicio.
La confianza, como sentimiento de respecto, tranquilidad, y sostenibilidad que debe merecer el proyecto, el negocio y sujeto titular o titulares, siempre ha sido muy relevante.
En todo análisis de un nuevo proyecto, el estudio del comportamiento del consumidor pasa por analizar la confianza que creará en el mismo, y cómo tras esta confianza depositada individualmente se modificará la actuación del consumidor.
Transformar el comportamiento del cliente, producir la necesidad requerida para que el consumidor se vea necesitado del producto o servicio, es en gran parte una tarea en la que confluyen múltiples factores. El diseño, la implantación el plan de marketing, la estrategia de venta…, pero desde luego la generación de confianza en el cliente será el punto clave diferenciador.
Crear el servicio o el producto, y generar la necesidad en el consumidor puede ser más o menos alcanzable si la idea o el proyecto es brillante, pero conseguir que se deposite la plena confianza del cliente es algo bastante más difícil, muy especialmente en estos momentos de crisis, tanto por el desencanto de lo sucedido en la época pasada, como por la necesidad de elegir y hacer una apuesta segura por parte del cliente, ya que se dispone de menos capital, y el cliente se vuelve mucho mas selecto y exigente.
Es ahora cuando entra en juego, la formación; la valía de la persona al frente del negocio, del personal o medios humanos con los que cuenta, van a ser tanto o más influyentes en el comportamiento del cliente, que la bondad del producto o servicio.
¿Cómo se puede acreditar la valía del sujeto?, la capacidad del titular del negocio y de su gente para llevar a cabo el proyecto de la mejor manera, haciendo participe del éxito al cliente, está íntimamente vinculada a la formación de aquellos.
La reputación, la imagen de seriedad, solvencia, inteligencia y preparación, es lo que garantizará generar esta confianza en el cliente.
Estos caracteres están íntimamente relacionados con los valores personales del sujeto, y con su formación. Aquí entra en juego, y es elemento diferenciador tener una buena y sólida formación.
La formación es una carrea de fondo, en la que se van poniendo pequeñas metas, pero donde siempre se debe mejorar para seguir. La formación pasa por una base generalista y una adecuada especialización en la materia donde uno va a destacar, aquella donde deberá transmitir seguridad y confianza al cliente.
La formación universitaria y los ciclos formativos de grado superior pueden constituir la base en la formación del empresario, la autoformación, que fue en su día bastante o suficiente, hoy ya no lo es. Se requiere de unos estudios que garanticen unos conocimientos mínimos, sobre los que luego habrá que profundizar. Nunca es tarde pare empezar, y por ello animo a quien tiene una gran formación práctica pero aun carece de estos estudios superiores a que los culmine. Hoy gran número de universidades cuentan con docencia adaptada a los profesionales, con horarios flexibles y compatibles con el desarrollo de la actividad. Esta formación permite adquirir más seguridad en uno mismo, y más confianza de los demás.
A la par, queda el desarrollo de una especialización; sea cual sea el campo de conocimiento del emprendedor, cuando se descubre una idea, un proyecto, y se investiga sobre su desarrollo e implantación, lo que estamos haciendo es parte de la formación, es también desarrollo de conocimiento, y gracias a las redes gran parte de este conocimiento se encuentra al alcance de muchos.
Pero en ocasiones, la inspiración, la idea, el proyecto, no surge de inmediato, no basta con una formación universitaria y parase a pensar en que puedo crear, la carrea continua, y la meta siguiente, es incrementar esta formación, bien con un Master, o con un curso de experto donde la materia a descubrir y profundizar es mucho mas cerrada y concreta, pero al mismo tiempo desarrollaremos y obtendremos una formación altamente especializada.
La mejora en la formación, no solo es necesaria para adornar nuestro curriculum, es realmente la palanca que permitirá que nuestro proyecto sea innovador, sea adecuado a las necesidades del mercado, y a la par obtenga, debido a la confianza que generamos en el cliente el éxito duradero.
Concluiré que la solidez de los valores personales, la inteligencia emocional, y la formación continua y especializada, deben ser hoy los tres pilares que garantizan el mejor resultado de cualquier proyecto empresarial. El trabajo y la mejora en estos tres campos tienen una relación directamente proporcional con la confianza que se va a generar en el cliente y, en consecuencia, con el éxito de nuestro emprendimiento.