Consulta pública sobre el dictamen científico del perclorato en alimentos

Recientemente, se ha llevado a cabo una revisión por parte de expertos sobre la ingesta diaria tolerable (IDT) del perclorato, un contaminante que puede encontrarse en los alimentos. Esta actualización establece que la IDT para el perclorato se sitúa entre 0,3 y 1,4 microgramos por kilogramo de peso corporal al día. Este ajuste responde a la aplicación de un modelo más reciente que mejora la precisión en la evaluación de los efectos de diversas dosis.

Una de las principales preocupaciones sanitarias asociadas al perclorato es su efecto negativo sobre la función tiroidea. Este contaminante puede interferir en la captación de yodo por parte de la glándula tiroides, lo cual es esencial para la producción hormonal. En particular, las hormonas tiroideas son cruciales para el desarrollo normal del sistema nervioso central en fetos y lactantes.

Consulta pública sobre el perclorato

Los expertos han llegado a la conclusión provisional de que, bajo los niveles actuales de exposición, no existen riesgos significativos para la salud de la población general. Para fomentar una mayor participación, se ha abierto una consulta pública que durará ocho semanas, con fecha límite para enviar comentarios hasta el 11 de febrero de 2025.

¿Qué es el perclorato y cómo llega a los alimentos?

El perclorato es considerado un contaminante, ya que se presenta en productos alimenticios sin haber sido añadido intencionadamente. Su origen puede ser variado: desde el embalaje y procesado hasta prácticas agrícolas y uso de medicamentos veterinarios. También proviene de actividades industriales, como la fabricación y reciclaje de fuegos artificiales. Se ha observado que este contaminante puede acumularse en cultivos, especialmente en vegetales de hoja verde como espinacas y lechugas.

Regulación del perclorato en alimentos y agua

A partir del año 2015, la Comisión Europea emitió una Recomendación para controlar los niveles de perclorato en alimentos y agua. En 2023, se implementó un Reglamento que establece límites máximos para el perclorato y otros contaminantes dentro de la cadena alimentaria. Por ejemplo, se fijó un límite máximo de 0,05 mg/kg para la mayoría de frutas y verduras, con normas más estrictas aplicadas a alimentos infantiles y preparados para lactantes.