Por Maher El Fekih, Country Manager de Colt Technology Services
La cultura organizacional no es un elemento secundario en la vida empresarial; se erige como un pilar estratégico que influye de manera significativa en todos los aspectos de una empresa: sus operaciones, su personal, sus socios y sus clientes. De cara al año 2030, la creación y el mantenimiento de una cultura organizacional con propósito se posicionan como la actividad más valiosa en el ámbito corporativo. En un mundo marcado por la rápida transformación digital, la incertidumbre geopolítica y los cambios generacionales en la fuerza laboral, la cultura se convierte en una necesidad imperante, actuando como una brújula que guía la toma de decisiones, el comportamiento y la identidad de marca.
Para las organizaciones, la cultura impacta directamente en el rendimiento, la innovación y la resiliencia. Para los empleados, define aspectos cruciales como la seguridad psicológica, el compromiso y la retención. Además, para los candidatos a un empleo, representa un factor decisivo en su atractivo hacia un empleador. Un reciente estudio de LinkedIn reveló que el 71% de los profesionales no se unirían a una empresa cuya cultura no esté alineada, incluso si se les ofreciera un salario más alto. Por otro lado, para los consumidores, la cultura determina tanto la experiencia de marca como su lealtad; un 86% de los consumidores prefieren marcas cuyos valores coinciden con los propios.
Cultura Organizacional: Un Factor Clave para el Éxito Empresarial
Un estudio realizado por Glassdoor mostró que el 77% de los adultos consideran la cultura de una empresa antes de postularse a un empleo, mientras que el 56% valora este aspecto más que el salario. Asimismo, los clientes tienden a involucrarse más con marcas que demuestran coherencia cultural e integridad. Empresas como Colt son reconocidas no solo por sus productos sino también por la autenticidad y consistencia de sus valores internos y externos.
A pesar del impacto significativo que tiene, la cultura a menudo es malinterpretada o tratada como una campaña temporal en lugar de una estrategia continua. No existen atajos ni soluciones universales para moldear una cultura deseada. El cambio auténtico comienza con una evaluación honesta del estado cultural actual, fundamentada en datos y diálogos profundos. Es fundamental diagnosticar dónde se encuentra realmente la cultura y explorar las razones subyacentes que justifican un cambio, ya sea por dinámicas del mercado, cambios estratégicos o riesgos reputacionales.
Estrategias para Cultivar una Cultura Organizacional Sólida
Las herramientas como auditorías culturales y encuestas pueden ayudar a descubrir patrones culturales tanto evidentes como latentes. Involucrar a líderes y empleados asegura que el cambio sea inclusivo y relevante. Las organizaciones visionarias integran la cultura en todos sus procesos: desde el onboarding hasta el desarrollo del liderazgo y las evaluaciones del desempeño, reconociéndola como un activo dinámico que requiere cuidado constante.
Investigaciones realizadas por Deloitte sugieren que las empresas con culturas fuertes y adaptativas son 2.5 veces más propensas a tener un rendimiento financiero superior y 3.7 veces más propensas a retener talento destacado. La cultura debe ser activamente cultivada, reforzada consistentemente y evolucionada con valentía. No es únicamente responsabilidad del departamento de recursos humanos; debe ser parte de la agenda directiva y una prioridad para el liderazgo.
Cultura: Más Allá de Estrategias Comerciales
Aquellos dispuestos a invertir en comprender su ADN cultural y alinearlo con su propósito, valores y estrategias cosecharán beneficios que van más allá de lo financiero; son existenciales. En esta era donde la transparencia y elección definen ventajas competitivas, la cultura no solo apoya a la estrategia; se convierte en ella misma. Es el motivo por el cual las personas deciden quedarse, comprar o creer en una marca.