La rosácea se ha convertido en un problema creciente en Chile, presentando desafíos dermatológicos que van más allá de lo estético. Esta afección crónica no solo afecta la piel, sino que también tiene implicaciones emocionales y está relacionada con factores desencadenantes como la alimentación y el ácaro Demodex. La profesora Olosmira Correa, académica de la Universidad de Chile, advierte sobre la intersección entre esta enfermedad y las desigualdades en salud cutánea.
La rosácea se define como un trastorno inflamatorio crónico caracterizado por enrojecimiento persistente, telangiectasias (venitas visibles), pápulas y pústulas. En Chile, su prevalencia ha ido en aumento, impulsada por factores como la diversidad genética, el estrés y los hábitos alimentarios. “Un dermatólogo cubano me comentó una vez: Nunca he visto tanta rosácea como en Chile”, recuerda la profesora Correa, quien también ha lidiado con esta condición personalmente.
Impacto emocional y calidad de vida
“Un brote de rosácea puede cambiarlo todo”, relata Correa al compartir su experiencia personal con la enfermedad. Aunque no es mortal, su impacto en la calidad de vida y la salud mental puede ser significativo. Afecta principalmente a mujeres, pero los hombres pueden experimentar manifestaciones más severas, como el rinofima, un engrosamiento deformante de la nariz.
La rosácea es cíclica: presenta períodos de remisión seguidos de brotes inflamatorios visibles. Las causas exactas aún son inciertas; sin embargo, se han propuesto varias hipótesis que incluyen disfunciones del sistema inmunológico y desequilibrios en la microbiota cutánea.
El ácaro Demodex y sus implicaciones
Uno de los elementos menos conocidos pero relevantes es el Demodex folliculorum, un ácaro microscópico presente en los folículos pilosos humanos. Estudios indican que las personas con rosácea tienen una concentración significativamente mayor de este ácaro, sugiriendo su posible rol proinflamatorio en la enfermedad.
En el ámbito del cuidado dermatológico, la cosmética regenerativa está revolucionando el tratamiento de condiciones como la rosácea. La profesora Correa resalta que es crucial diferenciarla de otras dermatosis similares para asegurar un tratamiento adecuado. Los enfoques actuales incluyen terapias tópicas como ivermectina y antibióticos específicos, así como tratamientos láser.
Cuidado responsable: alimentación y prevención
La alimentación juega un papel fundamental: ciertos alimentos pueden actuar como desencadenantes de brotes. Entre ellos se encuentran condimentos picantes, alcohol y quesos maduros. “Cada paciente debe identificar qué alimentos exacerban su rosácea”, enfatiza Correa.
A pesar de ser clasificada clínicamente como benigna, la rosácea puede tener efectos emocionales profundos. En una sociedad que valora la apariencia física, abordar esta condición desde una perspectiva ética es esencial para mejorar el acceso a diagnósticos y tratamientos adecuados.
Evitar la automedicación es crucial: el uso indiscriminado de corticoides puede agravar la situación. Con educación adecuada sobre salud cutánea, es posible prevenir complicaciones y empoderar a las personas para cuidar responsablemente su piel.
"Hoy es posible controlar la rosácea y convivir con ella sin perder la sonrisa", concluye la profesora Correa, recordando que nuestra piel cuenta una historia cada día.