La creciente exposición de los niños a estímulos digitales rápidos y constantes está teniendo un impacto significativo en su capacidad de atención. Este fenómeno, conocido como el efecto popcorn brain, se traduce en una menor tolerancia a la frustración y una impaciencia notable cuando las recompensas no son inmediatas. Según un estudio de Qustodio, es fundamental que las familias limiten el tiempo frente a las pantallas y fomenten actividades que promuevan la espera y la concentración.
Los datos revelan que los menores en España dedican más tiempo que nunca a dispositivos electrónicos. Desde 2019, el uso semanal ha aumentado en más de 11 horas, con un incremento del 59% en el tiempo dedicado a redes sociales como TikTok e Instagram. Este aumento, documentado en el estudio 'El dilema digital: La infancia en una encrucijada', pone de manifiesto cómo esta exposición temprana a estímulos digitales puede estar generando efectos adversos en la salud mental y emocional de los jóvenes.
El impacto del efecto popcorn brain
El término popcorn brain, acuñado por David Levy de la Universidad de Washington, describe un estado mental caracterizado por una atención fragmentada y pensamientos dispersos. Los niños, expuestos a vídeos cortos y videojuegos con cambios constantes, desarrollan una necesidad de recibir recompensas rápidas que afecta su capacidad para concentrarse durante periodos prolongados.
Gloria R. Ben, psicóloga experta de Qustodio, señala que "las plataformas digitales están diseñadas para enganchar al usuario". Este diseño hace que desconectar sea cada vez más difícil, afectando no solo la atención sino también las relaciones interpersonales de los menores.
Consecuencias cognitivas y emocionales
Las repercusiones del exceso de estimulación digital son evidentes. Cognitivamente, se observa una disminución en la capacidad para mantener la atención y gestionar tareas complejas. Emocionalmente, se presenta una baja tolerancia a la frustración y mayor impaciencia ante situaciones que requieren espera.
Además, estas dinámicas influyen negativamente en las interacciones sociales. "Cuando uno se acostumbra a cambios constantes, la capacidad de escuchar y mantener conversaciones profundas disminuye", explica Gloria R. Ben. Esto provoca que incluso cuando los adolescentes están físicamente juntos, prefieran comunicarse a través del teléfono en lugar de cara a cara.
Estrategias familiares para mitigar el problema
Afrontar el desafío del popcorn brain requiere un enfoque comprensivo por parte de las familias. No se trata simplemente de prohibir el uso de dispositivos, sino de enseñarles a utilizarlos con equilibrio. Desde Qustodio, se sugieren varias estrategias:
- Limitar el tiempo frente a las pantallas y supervisar los contenidos consumidos.
- Fomentar actividades que requieran paciencia, como juegos de mesa o lectura.
- Mantener una comunicación abierta sobre lo que ven online y cómo les afecta.
- Establecer horarios libres de pantallas, especialmente durante comidas o antes de dormir.
- Poner el ejemplo: si los adultos demuestran saber desconectar, los niños aprenderán también.
R. Ben concluye que al comprender mejor el atractivo tecnológico para los jóvenes y acompañarlos adecuadamente, es posible fomentar hábitos saludables que les ayuden a recuperar su capacidad de atención y conexión con su entorno real.