Las nuevas generaciones rechazan jerarquías rígidas y priorizan el bienestar emocional y el aprendizaje continuo. El liderazgo actual valora la empatía, la inclusión y la adaptabilidad tecnológica. Se requiere un enfoque ético y transparente, promoviendo la diversidad y cuidando la salud mental para construir organizaciones resilientes en un entorno cambiante.
Las nuevas generaciones muestran un desinterés por convertirse en jefes tradicionales; las jerarquías rígidas son rechazadas por ellos. En lugar de priorizar el estatus, otorgan mayor importancia al bienestar emocional y al propósito. Prefieren trabajar en entornos que sean colaborativos, flexibles y que ofrezcan oportunidades reales para el aprendizaje continuo.
Esta nueva perspectiva está transformando la definición del rol del líder, quien ya no se fundamenta únicamente en la autoridad o el control. Ahora, la capacidad de guiar con empatía, fomentar el desarrollo del talento y generar confianza en un entorno diverso y cambiante es lo que se valora. Además, el crecimiento de áreas como la inteligencia artificial y la ciberseguridad ha aumentado la demanda de competencias técnicas en los campos de STEM, creando así un punto de inflexión que requiere un liderazgo más híbrido, humano y preparado tecnológicamente.
De acuerdo con el informe Future of Jobs 2023 del Foro Económico Mundial, un notable 61% de los líderes empresariales opina que será necesario realizar una reestructuración significativa en sus organizaciones en los próximos años para poder adaptarse a las transformaciones tecnológicas. El estudio también indica que habilidades como el pensamiento analítico, la creatividad, la inteligencia emocional y el liderazgo centrado en el ser humano están ganando cada vez más relevancia.
Por otro lado, el informe de Tendencias en Capital Humano 2024 de Deloitte resalta que un 74% de las empresas está reconsiderando sus modelos de liderazgo para hacer frente a las nuevas exigencias relacionadas con la flexibilidad, la inclusión y el aprendizaje continuo.
Fomentar la inteligencia emocional y empática: En la actualidad, la gestión de equipos trasciende la simple asignación de tareas o la evaluación de resultados. Comprender las emociones, necesidades y motivaciones de las personas es lo que implica verdaderamente liderar. Gracias a la inteligencia emocional, se pueden crear entornos que sean psicológicamente seguros, lo cual resulta esencial en épocas de incertidumbre. Un líder con empatía tiene la habilidad de identificar el desgaste emocional, brindar apoyo en situaciones de presión y establecer relaciones laborales fundamentadas en la confianza. Esta habilidad, lejos de considerarse un rasgo suave, se ha transformado en un activo estratégico para atraer y mantener el talento.
En el marco de la mesa de debate titulada ¿De qué tienen que preocuparse los nuevos líderes?, organizada por la escuela de negocios y tecnología The Valley, se discutieron las importantes cuestiones que los líderes actuales y futuros tendrán que enfrentar. Este evento contó con la participación de destacados ponentes como Ana Gobernado Hernández, Managing Partner en IBM Consulting; Miguel Venegas Carrasco, Presidente de Valorian; Remedios Orrantia, Global HR Director en Vodafone Technology y Presidenta de la Fundación Vodafone España; así como Adolfo Ramírez, senior advisor en transformación empresarial.
A partir de este intercambio, se identificaron siete prioridades que deben ocupar un lugar central en la agenda del nuevo liderazgo:
Gestionar el cambio de manera constante es fundamental: en el entorno actual, la única certeza es que el cambio es inevitable. Nos encontramos en una época marcada por disrupciones continuas, como transformaciones digitales, crisis geopolíticas, nuevas regulaciones y demandas sociales que cambian rápidamente. En este escenario, los líderes deben no solo reaccionar, sino también anticiparse a las circunstancias. Esto conlleva la necesidad de construir organizaciones resilientes, que cuenten con estructuras ágiles y modelos operativos flexibles. Además, implica fomentar una cultura que vea el cambio no como una amenaza, sino como una oportunidad para innovar y evolucionar de forma continua.
La figura del líder se encuentra actualmente ante una paradoja: necesita ser más humano que nunca, pero también debe estar profundamente conectado con la tecnología. En The Valley, observamos cómo esta doble exigencia está dando lugar a un nuevo perfil de liderazgo, donde la empatía coexiste con la analítica, y el propósito se transforma en el motor de la estrategia. Para lograr este equilibrio, resulta esencial la formación continua y el desarrollo de nuevas competencias. Solo a través de una cultura de aprendizaje constante, podremos preparar a las personas al mando de las empresas para enfrentar los desafíos de un entorno cada vez más cambiante y digital. Aquellos referentes que logren armonizar estos dos mundos serán quienes marquen la diferencia en los años venideros”, sostiene Juan Luis Moreno, Partner & Managing Director de The Valley Business & Tech School.
Adoptar tecnología con un enfoque estratégico: La digitalización no debe considerarse como un objetivo final, sino más bien como un medio para alcanzar otros fines. La esencia radica en la manera en que las tecnologías emergentes se pueden integrar de manera coherente con la estrategia empresarial. Por ejemplo, la inteligencia artificial tiene el potencial de optimizar la toma de decisiones y personalizar experiencias; sin embargo, si no existe un liderazgo que comprenda tanto su impacto como sus limitaciones, es posible que cause más fricciones que beneficios. El nuevo líder necesita tener la habilidad de convertir las necesidades humanas en soluciones tecnológicas y viceversa, transformando así la tecnología en un motor de valor en lugar de una carga.
Fomentar el aprendizaje continuo y el desarrollo del talento: En la actualidad, en un mundo donde el lifelong learning (aprendizaje a lo largo de toda la vida) se ha convertido en una necesidad más que en una opción, es fundamental que los líderes asuman un papel activo en la creación de una cultura que reconozca el aprendizaje como un motor estratégico para la organización. La constante actualización de competencias permite que los equipos respondan con agilidad a las transformaciones tecnológicas, regulatorias y del mercado. Cada vez más empresas están implementando universidades corporativas, diseñando itinerarios personalizados para el upskilling y el reskilling, e incorporando plataformas digitales que facilitan la formación dentro del flujo laboral. Es esencial crear espacios donde aprender forme parte de la rutina diaria -y donde cometer errores se vea como una oportunidad para mejorar y evolucionar- ya que esto es clave para construir organizaciones verdaderamente resilientes, innovadoras y preparadas para enfrentar el futuro.
Fomentar la diversidad, la inclusión y la equidad: No se trata solo de cumplir con las métricas o políticas de Responsabilidad Social Corporativa (RSC); la diversidad debe ser vista como un motor de innovación y competitividad. La evidencia muestra que los equipos diversos son capaces de tomar decisiones más acertadas y resolver problemas de manera más creativa. Sin embargo, para que esta diversidad prospere, es fundamental que los líderes eliminen las barreras estructurales, desafíen sus propios sesgos y aseguren un ambiente donde todas las voces tengan la oportunidad de ser escuchadas. La inclusión debe ser una práctica cotidiana, no simplemente una declaración de intenciones.
Cuidar el bienestar y la salud mental de los equipos: La salud mental ha evolucionado de ser un simple beneficio a convertirse en una condición esencial para lograr un rendimiento sostenible. Factores como la sobreexigencia, la hiperconectividad y la incertidumbre han incrementado notablemente los niveles de estrés y ansiedad. Por esta razón, es fundamental que los líderes fomenten ambientes donde se logre un equilibrio entre la vida personal y profesional. Además, es necesario integrar el cuidado emocional dentro de las estrategias de gestión y promover prácticas como la desconexión digital, la escucha activa y el reconocimiento del esfuerzo.
Ejercer un liderazgo ético y transparente es fundamental en la actualidad. La reputación de las empresas se encuentra cada vez más vinculada al comportamiento ético de sus líderes. En un contexto donde la desinformación y la opacidad pueden erosionar la confianza del público, es esencial que el liderazgo se base en la coherencia, la rendición de cuentas y la autenticidad. Esto conlleva actuar con integridad y comunicar de manera clara, incluso en situaciones complicadas. Un liderazgo que sea transparente no solo facilita una toma de decisiones compartida, sino que también refuerza la legitimidad ante todos los grupos de interés.