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Salud cerebral

Impacto del verano en la salud cerebral: hábitos a considerar
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Impacto del verano en la salud cerebral: hábitos a considerar

martes 22 de julio de 2025, 14:35h

El verano impacta en la salud cerebral, favoreciendo la socialización y exposición a luz natural, pero también puede deteriorar funciones cognitivas debido al calor, el uso de pantallas y el consumo de alcohol.

El 22 de julio se conmemora el Día Mundial del Cerebro, una ocasión propicia para reflexionar sobre la importancia de adoptar hábitos saludables que beneficien tanto nuestra mente como nuestro cuerpo. Durante la temporada estival, los cambios en nuestras rutinas pueden influir notablemente en el funcionamiento cerebral. Investigaciones científicas sugieren que ciertas actividades típicas del verano, como el incremento de la vida social, la exposición a la luz natural y la práctica de actividades al aire libre, tienen efectos positivos sobre la salud cognitiva. La neurocientífica D. Emilia Redolar, profesora en los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), destaca que “estas acciones favorecen la plasticidad neuronal, reducen el estrés, mejoran el estado de ánimo y estimulan áreas clave como el hipocampo y el núcleo accumbens, implicadas en la memoria y la motivación”.

No obstante, no todo son beneficios durante esta época. El exceso de luz solar, las altas temperaturas, el uso constante de pantallas digitales y el aumento en el consumo de alcohol pueden afectar negativamente funciones ejecutivas y la flexibilidad cognitiva.

Socialización y luz: calidad y cantidad

Con la llegada del buen tiempo, las relaciones sociales tienden a incrementarse, lo que a su vez proporciona un sólido apoyo emocional que actúa como un verdadero antídoto contra el estrés. Según estudios internacionales, estas interacciones no solo reducen los niveles de cortisol (la hormona del estrés) en el cerebro, sino que también mejoran nuestra salud mental. Además, contribuyen a disminuir la ansiedad social y aumentan los niveles de oxitocina y dopamina, reforzando así los vínculos emocionales.

Aunque más horas de luz durante el verano pueden elevar nuestro estado anímico, también alteran el ritmo circadiano, dificultando conciliar el sueño. “La luz influye en que nos acostemos más tarde; si le sumamos las altas temperaturas, regular nuestros ritmos circadianos se vuelve complicado”, explica Redolar. Investigaciones recientes indican que un sueño prolongado y en horarios regulares está asociado con un mayor volumen cerebral y mejores funciones cognitivas.

El calentamiento global también afecta al cerebro

Las noches calurosas provocan despertares frecuentes y un sueño más corto y fragmentado, lo cual impacta negativamente en las funciones cerebrales. “En verano tendemos a retrasar nuestra hora de dormir hasta que refresca un poco tras las horas más calurosas o nos despertamos con mayor frecuencia”, señala la experta. Este desajuste afecta al núcleo supraquiasmático del hipotálamo, regulado por la luz solar, intensificando así los efectos negativos sobre nuestro cerebro.

Un estudio reciente publicado en Nature revela que cada aumento de 10 °C en la temperatura media diaria incrementa un 20.1% las probabilidades de sufrir insomnio y reduce casi 10 minutos promedio en duración del sueño nocturno. Este deterioro es especialmente perjudicial para el sueño profundo, esencial para la restauración cerebral y regulación emocional.

Las pantallas afectan a la atención y el control cognitivo

El uso intensivo de dispositivos digitales durante el tiempo libre puede tener un impacto adverso sobre funciones cruciales como la atención sostenida y la flexibilidad cognitiva. “El uso excesivo dificulta mantener el foco atencional”, advierte Redolar. Estudios realizados por laboratorios especializados han demostrado que una exposición frecuente a pantallas altera significativamente la activación del lóbulo frontal, fundamental para controlar impulsos y cambiar tareas eficientemente.

A medida que avanza el verano, también se observa un incremento en el consumo de alcohol, lo cual deteriora progresivamente nuestras capacidades cognitivas. “El alcohol inhibe áreas clave como la corteza prefrontal”, añade Redolar. Esto puede llevar a dificultades en la toma de decisiones e incluso aumentar considerablemente los riesgos asociados con trastornos mentales como depresión, ansiedad, así como problemas neurodegenerativos.

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