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Opinión

La “demonización” del empresario

La “demonización” del empresario

miércoles 23 de abril de 2014, 10:50h

La Comisión Europea ha presentado recientemente unos datos que deberían hacernos reflexionar. El primero de ellos, es que España sigue encontrándose por debajo de la media europea en cuanto a personas que quieren poner en marcha un negocio, situándose en el 35% de la población cuando en nuestro entorno continental se encuentra en el 37% y hace tan sólo tres años se encontraba en el 45%.

En este sentido, la crisis ha frenado el impulso emprendedor de muchos europeos por razones más que obvias. El segundo, es que sólo el 15% del empleo del sector privado será creado por las grandes empresas, mientras que las pequeñas y medianas generarán el 85% restante.

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A la vista de estas cifras, es fácil entender por qué una de las prioridades del Gobierno actual, para poner freno al disparado desempleo de nuestro país, es generar un entorno legal y económico que favorezca la creación y el desarrollo de las pymes. Para ello ha puesto en marcha numerosas medidas como las bonificaciones a la contratación de jóvenes o la “tarifa plana” de 50 euros en el pago de las cotizaciones sociales para los emprendedores menores de 35 años durante un semestre, entre otras.

No obstante, también auguro que el Ejecutivo tendrá en cuenta otro apunte que aporta la Comisión, que es que entre el 15 % y el 20 % de los escolares que participan en programas educativos de creación de pequeñas compañías serán empresarios más tarde.

Hasta la fecha han sido escasas las iniciativas implantadas para alentar entre los estudiantes, en sus diferentes etapas educativas, el gen emprendedor. Probablemente puedan existir muchas razones que expliquen por qué ha sido así, pero seguramente una de ellas, y muy importante, ha sido la ideologización y “demonización” de la que ha sido objeto la figura del empresario y del emprendedor en los últimos años. Esto ha impedido que nuestros programas educativos inculquen en los alumnos “ideas- fuerza” como la legitimidad, necesidad e incluso, si se me permite, heroicidad del emprendedor para que capten la importancia capital del rol que desempeña en la sociedad. Una importancia que, desafortunadamente, sólo valoramos en situaciones, como la actual, de grave crisis económica.

Desde luego que esto no significa que piense que haya que introducir en los libros de texto que tanto los emprendedores como los empresarios sean todos buenos, caritativos, abnegados y maravillosos. Claro que no. Los habrá, al igual que también existirán los mismos con adjetivos contrarios. Lo que pretendo es que, al menos, se ofrezca la posibilidad de que a los estudiantes les parezca una pieza igual de legítima que otras que forman el engranaje social, sino más, y se les dé la posibilidad de adquirir las capacidades y actitudes para llegar a serlo, si se deciden por ello, y que lo sean además dentro de unos parámetros éticos y morales, conscientes de sus responsabilidades y obligaciones.

No va a ser fácil, las reticencias ideológicas por parte de una minoría influyente de grupúsculos políticos se hacen notar, pero a éstos hay que recordarles que los políticos no creamos empleo, a lo sumo, y debemos aspirar a ello, podemos promover las condiciones para que sea más sencilla su generación. Quien diga lo contrario y se encuentre en la función pública, miente. Y no sólo. También tiene un modo equivocado de concebir sus funciones que, como se está viendo ahora, produce un Administración artificial, cara e insostenible que, además, entorpece y distorsiona el mercado real que genera prosperidad, riqueza y bienestar.

(*)Antonio González Terol es Alcalde de Boadilla del Monte (Madrid) y Diputado regional en la Asamblea de Madrid. Ha sido Director General de Asuntos Europeos y Cooperación con el Estado y Director General de Juventud de la Comunidad de Madrid
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