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Microplásticos: un peligro que llega hasta la placenta humana
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Microplásticos: un peligro que llega hasta la placenta humana

viernes 01 de agosto de 2025, 14:40h

Los microplásticos, originados en prendas sintéticas, contaminan el medio ambiente y han llegado a la placenta humana, afectando la salud de los ecosistemas y de las personas.

    El fenómeno de los microplásticos ha comenzado de manera insospechada: un simple suéter rosa de acrílico barato, al ser lavado, liberó cientos de miles de microfibras sintéticas que se escaparon por el desagüe. Estas partículas, invisibles a simple vista, lograron eludir los filtros de las plantas de tratamiento y encontraron su camino directo hacia el medio ambiente. Desde ese momento, su travesía ha sido imparable: del drenaje al campo, del suelo a los organismos vivos, y finalmente, al interior de nuestros propios cuerpos.

    El fertilizante como vía de contaminación
    En diversas naciones desarrolladas, los lodos provenientes de depuradoras se utilizan como fertilizantes agrícolas. Sin embargo, estos lodos pueden contener hasta un 1% de plástico en peso, según información publicada por The Guardian. Al aplicarse en los campos, millones de toneladas de microplásticos se infiltran en el suelo junto con nutrientes esenciales. Así, el hilo rosado del mencionado suéter comenzó a formar parte del ciclo agrícola mucho antes de llegar a nuestra mesa.

    Impacto en el subsuelo
    La contaminación no se limita únicamente a la superficie terrestre. Organismos como lombrices y otros invertebrados ingieren estos microplásticos al confundirlos con materia orgánica. Se estima que un tercio de estos seres ya porta microplásticos en su intestino, lo que afecta su peso y daña sus células. Esto compromete su función vital en la aireación del suelo y el reciclaje de nutrientes, poniendo en riesgo la salud misma de los ecosistemas terrestres.

    De la fauna a la cadena alimentaria humana

    Un gusano contaminado puede convertirse en alimento para aves, roedores e insectívoros, que dispersan las fibras mientras se mueven o vuelan. Investigaciones han encontrado poliéster en excrementos de erizos y vencejos; además, se ha detectado microplástico en la carne, leche y sangre de animales destinados al consumo humano. Como resultado, cada persona ingiere aproximadamente 50,000 partículas plásticas al año. Alarmantemente, estas fibras han llegado incluso a la placenta humana y al cerebro sin que aún comprendamos completamente sus efectos sobre nuestra salud y la de futuras generaciones.

    El aire también transporta plástico
    Cuando el suelo es removido o se seca, los microplásticos quedan expuestos al viento. Millones de partículas pueden recorrer cientos de kilómetros y depositarse en lugares remotos como el Everest o parques nacionales estadounidenses. En regiones árticas, el hielo marino contiene hasta 12,000 partículas por litro arrastradas desde continentes lejanos por corrientes y sistemas atmosféricos contaminados.

    Agricultura: una fuente adicional de microplásticos

    Los microplásticos más pequeños se fragmentan hasta convertirse en nanoplásticos que pueden ser absorbidos por las raíces a nivel celular. Estos han sido detectados en hojas, tallos y frutos de cultivos como lechuga, trigo y arroz; interfiriendo así con procesos esenciales como la fotosíntesis y el transporte de nutrientes. Al consumir vegetales contaminados, esos nanoplásticos reinician su viaje dentro nuestro organismo.

    Responsabilidad del sistema frente a la crisis plástica
    Desde 1950 hemos producido más de 8,300 millones de toneladas de plástico; hoy gran parte permanece flotando en nuestro entorno natural. La moda rápida y los envases desechables son responsables del legado contaminante que enfrentamos actualmente. Sin políticas efectivas que penalicen el uso excesivo del plástico y promuevan sistemas circulares sostenibles reales, esta problemática continuará agravándose.

    Llamado a la acción desde las raíces

    Esa pequeña fibra rosa simboliza nuestra negligencia colectiva y nos recuerda que nuestras decisiones diarias tienen repercusiones globales duraderas. Comprender cómo viajan los microplásticos es fundamental para detener su avance: es necesario rediseñar procesos productivos, mejorar el tratamiento del agua residual y revisar prácticas agrícolas. Además, es imperativo replantear un modelo económico que priorice la velocidad sobre la salud ambiental y humana. Solo tomando medidas antes de que el plástico llegue al drenaje podremos interrumpir este ciclo destructivo y construir un futuro donde la contaminación microplástica deje de ser una parte inevitable de nuestra biología.

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