Investigadores de la Universidad Francisco de Vitoria han identificado tres factores biológicos que influyen en cómo las personas procesan el miedo tras un trauma: el sistema hormonal del estrés, la microbiota intestinal y una firma genética cerebral. Estos hallazgos ofrecen nuevas perspectivas para el tratamiento del miedo persistente y trastornos de ansiedad.
¿Qué factores permiten que algunas personas superen una experiencia traumática, mientras que otras reviven el miedo durante años? Un grupo de investigadores, liderado por la Universidad Francisco de Vitoria (UFV), ha descubierto tres elementos biológicos cruciales en cómo procesamos el miedo: el sistema hormonal del estrés, la microbiota intestinal y una firma genética cerebral. Este estudio, que fue publicado recientemente en la revista científica internacional Translational Psychiatry, proporciona nuevas perspectivas para entender y tratar los mecanismos que perpetúan el miedo tras un trauma, además de sugerir posibles dianas terapéuticas para mejorar su tratamiento. 
“El miedo es una emoción necesaria para sobrevivir. Sin miedo, la humanidad ya se habría extinguido. Pero cuando se queda encendido, puede convertirse en una trampa mental”, señala el neurocientífico e investigador principal del estudio, Fernando Berrendero, quien es profesor en la Universidad Francisco de Vitoria. Los trastornos de ansiedad, incluyendo el trastorno por estrés postraumático (TEPT), afectan a millones de personas a nivel global. Según datos de la Organización Mundial de la Salud, más de 300 millones de personas padecían algún tipo de trastorno de ansiedad en 2019. En el caso del TEPT, no solo se recuerda el miedo; este se revive repetidamente, como si el cuerpo no reconociera que el peligro ya ha pasado. 
Un modelo experimental para estudiar la extinción del miedo.
Para investigar esta “trampa del miedo”, el equipo dirigido por Berrendero utilizó un modelo experimental validado en neurociencia. En este modelo, se examinó la respuesta de ratones machos y hembras expuestos a un estímulo condicionado. Algunos animales lograron extinguir su respuesta al miedo (resilientes), mientras que otros continuaron reaccionando como si la amenaza aún existiera (susceptibles). Esto reproduce experimentalmente la variabilidad observada en humanos después de un trauma. A partir de esta diferencia, los investigadores analizaron diversas variables fisiológicas y detectaron alteraciones en tres grandes sistemas biológicos.
- Hormonas: En los animales susceptibles se observó una sobreactivación del eje hormonal del estrés, con niveles elevados de corticosterona y hormona CRH, así como una menor expresión del receptor NR3C1, responsable de detener esa respuesta tras el peligro. Esto sugiere un sistema incapaz de “apagar la alarma” del miedo.
 
- Microbiota: Los ratones resilientes presentaban una microbiota intestinal más diversa y rica en bacterias antiinflamatorias. Por otro lado, los susceptibles mostraban un ecosistema bacteriano más empobrecido y con un posible perfil proinflamatorio. “La relación entre microbiota y emociones ya no es una hipótesis: nuestros datos refuerzan que la microbiota intestinal puede modular el miedo”, afirman los autores.
 
- Genes: El análisis genético reveló 31 genes con actividad alterada en la amígdala, una región cerebral clave para regular el miedo. De estos genes, 14 están relacionados con trastornos como la ansiedad y el TEPT, lo que abre nuevas posibilidades para identificar biomarcadores de vulnerabilidad. 
 
El papel del sexo biológico en la respuesta al trauma.
Además, el estudio identificó diferencias significativas entre machos y hembras, encontrando que una mayor proporción de hembras fue clasificada como susceptibles al miedo persistente. Aunque se basa en un modelo animal, los investigadores enfatizan su importancia para futuras indagaciones. “Estos resultados subrayan la necesidad de incluir la variable sexo en los estudios preclínicos. Durante décadas, los modelos en neurociencia han sido casi exclusivamente masculinos, limitando nuestra comprensión sobre diferencias biológicas esenciales”, destaca un investigador de la Universidad Francisco de Vitoria. 
Hacia un diagnóstico más preciso y tratamientos personalizados.
El proyecto titulado INDIF-FEAR (PID2023-151223OB-I00) ha recibido financiación del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades, dentro de su convocatoria para Proyectos de Generación de Conocimiento 2023. Además, cuenta con colaboración de la Universidad Complutense de Madrid y el Parque Científico de Madrid. A pesar de ser una investigación centrada en ratones, sus hallazgos abren nuevas oportunidades para desarrollar herramientas diagnósticas y terapias personalizadas para humanos. 
"El miedo es universal; sin embargo, cómo lo procesamos y superamos depende de factores biológicos que apenas comenzamos a entender. Comprender esa variabilidad es fundamental para avanzar hacia tratamientos más eficaces y personalizados", concluye Berrendero. Actualmente, la investigación sigue enfocándose en encontrar nuevas herramientas diagnósticas y tratamientos personalizados que ayuden a mitigar el impacto del miedo persistente. 
Afrontar por qué algunas personas logran superar un trauma mientras que otras no representa uno de los grandes interrogantes en salud mental. Este estudio ofrece respuestas desde una perspectiva biológica y abre caminos hacia métodos más efectivos y personalizados para detectar y tratar el miedo persistente. A través investigaciones como esta, la Universidad Francisco de Vitoria reafirma su compromiso con una ciencia orientada al servicio humano y con una visión integradora del ser humano.