Australia ha enfrentado una década perdida en la lucha contra el cambio climático. Durante un periodo de diez años, desde 2013 hasta 2022, el país se ganó la reputación de ser uno de los mayores rezagados en materia climática a nivel mundial. Durante este tiempo, sus gobiernos debilitaron las normativas ambientales, recortaron fondos para energías renovables y se opusieron a acuerdos internacionales sobre el clima. Este periodo ha sido denominado por científicos y activistas como la “Década Perdida” de Australia.
Recientemente, un estudio realizado por expertos de The University of Manchester y The University of Melbourne ha documentado cómo Australia ha pasado de esa era de inacción a promulgar su legislación climática más ambiciosa en una generación. Sin embargo, los investigadores advierten que esta transformación aún está en riesgo.
Un cambio significativo tras las elecciones de 2022
La investigación publicada en el Australian Journal of Political Science detalla cómo la elección de un gobierno de centro-izquierda en 2022 propició cambios significativos. En pocos meses, Australia aprobó la Climate Change Act, que establece un compromiso para reducir las emisiones en un 43% para 2030 respecto a los niveles de 2005 y alcanzar la neutralidad de carbono para 2050.
Además, el gobierno lanzó planes para lograr que el 82% de la electricidad provenga de fuentes renovables para 2030, posicionando a Australia como una “Superpotencia Energética Renovable” gracias a sus abundantes reservas minerales como el litio y el cobalto, esenciales para vehículos eléctricos y paneles solares.
Pese al progreso, persisten desafíos importantes
No obstante, los investigadores subrayan que esta transformación es incompleta. Según ellos, Australia se encuentra en una “doble vía”: por un lado, expande la energía verde mientras que, por otro lado, refuerza sus exportaciones de combustibles fósiles. De hecho, en 2024, el gobierno presentó una nueva ‘Estrategia Futura del Gas’, indicando planes para seguir abasteciendo los mercados globales de gas mucho después de 2050.
“Es una historia tanto de progreso como de parálisis”, afirma el Dr. Will Hopkinson, coautor del estudio. “Australia ha dado pasos importantes hacia adelante, pero las demoras significan que todavía está tratando de ponerse al día; eso lo convierte en un seguidor y no en un líder en la transición energética global”.
Australia como modelo a evitar para otros países
El estudio también pone de manifiesto que Australia tiende a copiar políticas climáticas exitosas implementadas en otros países (como el Reino Unido y Nueva Zelanda) y debe aceptar precios fijados por economías más grandes para sus minerales críticos. Al haber tardado tanto tiempo en actuar, Australia perdió la oportunidad de influir en el mercado global.
A esto se suma el costo humano: expertos entrevistados señalaron cómo muchos científicos climáticos y especialistas en energías renovables abandonaron el país frustrados, lo que provocó una “fuga de cerebros” que dejó a Australia con escasez de trabajadores cualificados justo cuando la economía verde comenzaba a despegar.
"La historia de Australia es una advertencia para todos los países", sostiene el Dr. Paul Tobin, coautor del estudio. “Las demoras ahora implican pagar un precio más alto después, no solo por los crecientes impactos climáticos como incendios forestales e inundaciones, sino también por oportunidades perdidas en empleo e innovación”.
Llamado a la acción inmediata ante la crisis climática
"Si los países quieren dar forma al futuro en lugar de apresurarse a ponerse al día,", añade Tobin, "necesitan actuar con valentía y anticipación." El cambio climático no es solo un problema ambiental; también afecta la competitividad económica, la identidad nacional y la justicia hacia las futuras generaciones.