La reflexión es inevitable: ¿Cómo podemos abordar el territorio, el patrimonio cultural y la sostenibilidad, si continuamos enseñando a habitar desde modelos de pensamiento que ignoran la cultura, el geoclima, el paisaje y los seres vivos en la zona tropical del Sur del Planeta?
Arq. Alejandro Guerrero Torrenegra, docente de la Escuela de Arquitectura de Univalle y director del Centro de Investigación Territorio, Construcción y Espacio (CITCE), junto con Arq. María Isabel González, también del CITCE en la Universidad del Valle, plantean estas inquietudes.
En Colombia, aproximadamente el 80% de la población reside cerca de la macrocuenca hidrográfica del Magdalena-Cauca. Este fenómeno establece lo que se conoce como cultura anfibia, un término acuñado por Orlando Fals Borda en su obra *Historia Doble de la Costa*. La geografía colombiana está marcada por la cordillera andina, que se divide en tres ramales: occidental, central y oriental, cada uno contenedor de una diversidad notable en paisajes, culturas y climas.
La complejidad del hábitat colombiano
Nuestra ubicación en la zona tropical implica una temporada lluviosa y una exposición solar significativa, con un promedio de cinco horas diarias de luz solar. Esta radiación se traduce en energía sobre nuestra superficie. Además, factores como la temperatura de bulbo seco y la humedad relativa se mantienen constantes a lo largo del año. La altitud sobre el nivel del mar es otro aspecto crucial que determina las condiciones climáticas y paisajísticas de nuestro territorio.
El reconocimiento internacional de los países latinoamericanos como subdesarrollados ha llevado a una repetición ciega de modelos europeos y norteamericanos que invisibilizan nuestra diversidad cultural y geográfica. Las tradiciones constructivas locales son reflejo de creatividad e innovación arraigadas en las comunidades. Como señala Gilma Mosquera, no se trata solo de grandes monumentos históricos catalogados por Alberto Saldarriaga, sino de arquitecturas diversas que poseen criterios estéticos propios.
En Colombia conviven construcciones efímeras, sólidas, improvisadas o planificadas; una arquitectura que encarna tanto complejidad como contradicción. El hacer se convierte en el verbo principal para definir nuestra arquitectura tradicional rural, donde los sabedores del conocimiento aplican métodos multidimensionales ante esta complejidad. Según Edgar Morin, esta complejidad es más un problema que una solución.
Nuevas perspectivas en la educación arquitectónica
La transferencia intergeneracional del conocimiento es esencial para nuestra arquitectura tradicional rural. Este legado se inspira en necesidades humanas fundamentales y es aquí donde surge la belleza como creación espiritual según Georg Wilhelm Friedrich Hegel.
A medida que se discute el perfil del arquitecto titulado en Colombia, surgen interrogantes sobre cómo este proceso educativo está mediado por figuras dominantes cuya transferencia de conocimientos ocurre principalmente dentro de las academias. Esto genera un poder intelectual y material significativo.
No obstante, la educación arquitectónica debe ir más allá de los conocimientos teóricos y técnicas constructivas occidentales; debe fundamentarse en nuevas alternativas que comprendan los territorios, sus comunidades y culturas. Es vital integrar formas creativas e innovadoras basadas en el conocimiento local transmitido oralmente entre generaciones.
Desafíos contemporáneos para la arquitectura rural
El plano cartesiano ha desplazado elementos fundamentales como el fogón, el patio y las prácticas rituales que caracterizan nuestra arquitectura tradicional rural colombiana. Esta última se conforma como un oficio compuesto por saberes prácticos que deben ser replicados más allá de sus comunidades mediante iniciativas como el modelo Taller-Escuela impulsado por el Ministerio de las Culturas.
A su vez, el oficio arquitectónico tradicional está intrínsecamente relacionado con los recursos naturales disponibles localmente. La construcción con madera exige responsabilidad respecto a su obtención sostenible. El cambio climático representa un desafío directo a esta práctica constructiva al amenazar tanto los materiales utilizados como la continuidad del conocimiento local.
Por tanto, entender nuestra arquitectura tradicional rural debe ser el punto inicial para una educación basada en oralidad dentro de las comunidades rurales; aquí radica la enseñanza misma sobre cómo hacer arquitectura dentro del contexto rural colombiano.