Un equipo de investigación del IPHES-CERCA, en colaboración con la Universitat Rovira i Virgili (URV), ha revelado un episodio de canibalismo humano que tuvo lugar hace 5.700 años en la cueva de El Mirador, situada en la sierra de Atapuerca, Burgos. Este hallazgo se produce en un contexto de posible violencia entre comunidades ganaderas del Neolítico final.
Los restos analizados pertenecen a al menos once individuos, incluidos niños y adultos, que presentan evidencias de haber sido despellejados, descarnados y consumidos. Las marcas encontradas en los huesos sugieren un consumo sistemático sin indicios claros de rituales o ceremonias, lo que podría estar relacionado con conflictos entre grupos vecinos o con la llegada de nuevos pobladores.
Investigación interdisciplinaria sobre canibalismo
El estudio se ha publicado en la revista Scientific Reports, bajo la dirección de Palmira Saladié, investigadora del IPHES-CERCA y la URV. En este trabajo también han participado Antonio Rodríguez-Hidalgo del Instituto de Arqueología-Mérida (CSIC-Junta de Extremadura) y Francesc Marginedas (IPHES-CERCA y URV). Esta investigación forma parte de un proyecto más amplio que aborda temas como la antropología forense y las prácticas funerarias en el contexto prehistórico, financiado por el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades.
“Nos enfrentamos a un nuevo caso de canibalismo en los yacimientos de Atapuerca”, afirma Saladié. La complejidad del canibalismo radica en su interpretación, ya que el consumo de seres humanos por otros seres humanos es difícil de contextualizar. Además, los prejuicios sociales tienden a ver este acto como una barbarie.
Evidencias arqueológicas sorprendentes
Los restos humanos fueron hallados en dos áreas distintas dentro de la cueva y se han conservado excepcionalmente bien. El análisis tafonómico revela marcas significativas: cortes para acceder a la médula ósea, signos de cocción e incluso huellas dentales humanas en los huesos. Estos análisis indican que todos los individuos eran originarios del área local y que su consumo ocurrió en un periodo muy breve.
La datación por radiocarbono sitúa este evento entre 5.700 y 5.570 años antes del presente, justo antes de que la cueva cambiara su uso a uno funerario. “No se trata ni de una tradición funeraria ni de una respuesta a una hambruna extrema”, aclara Marginedas. Las evidencias sugieren una acción violenta entre comunidades campesinas.
Canibalismo como estrategia social
Los investigadores consideran que este episodio puede estar relacionado con enfrentamientos intergrupales donde se eliminó a un grupo familiar completo para luego consumir a sus miembros. “El conflicto es parte intrínseca de la naturaleza humana”, señala Rodríguez-Hidalgo, quien añade que episodios similares han sido documentados en otras culturas menos estratificadas.
Este descubrimiento se vincula con otras masacres neolíticas europeas como las ocurridas en Talheim (Alemania) o Els Trocs (Huesca). Sin embargo, el caso de El Mirador destaca por evidenciar un consumo sistemático de las víctimas, lo cual es poco común en registros arqueológicos previos.
Un sitio clave para entender la violencia prehistórica
Este estudio complementa hallazgos anteriores sobre canibalismo documentados en El Mirador durante la Edad del Bronce. La recurrente aparición de estas prácticas a lo largo del tiempo convierte a este yacimiento en un punto crucial para comprender no solo el canibalismo humano prehistórico sino también su relación con rituales culturales relacionados con la muerte.
En conclusión, esta investigación pone al descubierto aspectos oscuros pero fascinantes sobre las dinámicas sociales y violentas entre comunidades neolíticas, subrayando cómo el canibalismo puede haber sido utilizado como una forma extrema de control social o eliminación durante períodos conflictivos.