Carmiña Navia, profesora jubilada de Univalle, aborda el concepto de sororidad, un término que aunque ha ganado visibilidad en los últimos años, sigue siendo poco comprendido en su esencia. Esta práctica tiene raíces ancestrales y fue propuesta por primera vez en español en 1921 por el escritor Miguel de Unamuno. En un artículo publicado en *Caras y Caretas*, Unamuno argumenta la necesidad de diferenciar entre el amor fraternal y el amor sororal, resaltando que las palabras no solo son etiquetas, sino herramientas que dan forma a nuestra realidad.
El uso del término se expandió en Estados Unidos durante la década de 1970, coincidiendo con la segunda ola del feminismo. Figuras como Kate Millet comenzaron a hablar de "sisterhood" como una alternativa a las tradicionales "hermandades masculinas". Este cambio de perspectiva permitió revisar la historia desde una nueva óptica, revelando la importancia de estas prácticas femeninas a lo largo del tiempo. Sin embargo, la sociedad patriarcal ha fomentado rivalidades entre mujeres, obstaculizando su unión y fortaleciendo la necesidad de un proyecto político que promueva la unidad.
La Historia Oculta de la Sororidad
A lo largo de la historia, las prácticas solidarias entre mujeres han sido sistemáticamente silenciadas. La hegemonía masculina ha buscado mantener a las mujeres divididas para preservar su control. No obstante, esto no ha impedido que las mujeres encuentren formas de resistencia y empoderamiento. La Real Academia Española aceptó oficialmente el término "sororidad" en diciembre de 1918, aunque su definición es compleja y abarca múltiples significados. Se puede entender como un pacto entre mujeres que implica amistad, apoyo y solidaridad.
Este pacto puede interpretarse desde diversas perspectivas: social, política o religiosa. La sororidad permite a las mujeres posicionarse con mayor firmeza en el mundo y generar alternativas culturales y políticas hacia un entorno más equitativo. La historia está repleta de ejemplos donde este apoyo mutuo se manifiesta claramente. Desde Christine de Pizan, quien defendió los valores femeninos en su obra *La ciudad de las damas* (1405), hasta Louisa May Alcott, cuya novela *Mujercitas* (1868) presenta una narrativa centrada en experiencias femeninas.
Construyendo Redes Femeninas para el Futuro
Para avanzar hacia un futuro más justo, es crucial reflexionar sobre cómo tejer redes de sororidad en un sistema que tiende a enfrentarnos. Las luchas históricas por derechos fundamentales han demostrado que el apoyo entre mujeres es esencial para superar adversidades. Grupos feministas como las sufragistas o las activistas por los derechos reproductivos han conseguido importantes conquistas gracias a esta unión.
Una mirada renovada al pasado nos permitirá redefinir nuestras identidades y fortalecer nuestra capacidad para resistir ante los discursos patriarcales. La feminista italiana Luisa Muraro enfatiza la importancia de reconstruir nuestra relación con la figura materna como parte fundamental en la formación de nuestra identidad femenina. Es vital reconocer el papel central que juega esta relación para restablecer nuestro poder simbólico como mujeres.
Luchando Contra la Rivalidad Femenina
Recuperar esa conexión con nuestras madres implica restaurar una herencia cultural que nos fortalezca frente a los desafíos contemporáneos. El reconocimiento del valor intrínseco de cada mujer debe ser parte del proceso hacia una cultura sorora donde se fomente el apoyo mutuo y se elimine la competencia destructiva.
A medida que avanzamos hacia este ideal, debemos considerar qué significa realmente la sororidad en nuestras vidas y cómo podemos implementarla efectivamente. Una cultura basada en la sororidad ofrece nuevas posibilidades para enfrentar adversidades colectivamente y reinventar nuestras narrativas personales.